Adiós, Antonio

Despedirse siempre es difícil, pero, si la despedida es de alguien que ha dejado una gran huella, es todavía más difícil. 

Hoy hemos sabido que Antonio Rodríguez de las Heras, nuestro amigo y mentor, ha fallecido y no queremos creerlo. ¿Quizás ha sido un error? ¿no era él? Pero no, no ha sido un error, es cierto, es miserablemente cierto. 

Escribir sobre Antonio es complicado, porque las palabras no reflejarán nunca quién fue, porque fue una persona especial para todas las que tuvimos la fortuna de encontrarle.  

Cuando conocías a Antonio, te daba una sensación de hombre humilde, que sabía escuchar, que perduraba para siempre. Por muchos años que pasaran, hemos tenido siempre esa sensación, humildad y escucha. Todo cuanto escuchaba Antonio, era capaz de transformarlo en sabiduría y conocimiento. Y, lo mejor de todo, era cuando los demás le escuchábamos, porque conseguía crear la atmósfera de admiración y respeto de los sabios. Antonio era un sabio, con todos los ingredientes de estos: conocimiento, humildad, amabilidad, curiosidad… pero, sobre todo, era un amigo, alguien con quien contar.

Formaba parte de nuestro Patronato y siempre aportó una mirada llena de saber.  Antonio era muchas cosas, profesor, narrador, escritor y, sobre todo, innovador. Como profesor, siempre estuvo rodeado de admiración por parte de su alumnado. Cualquiera que haya tenido la suerte de aprender con él sabrá que, más que profesor, era Maestro, en el sentido literal de la palabra. Un maestro que extendía su maestría en todo momento, adaptándose en todo momento a los tiempos. 

También fue un gran narrador, si Antonio te contaba algo siempre era capaz de crear una escena en la que sumergirte y tocar su narración, llena de metáforas siempre acertadas. Pero, lo mejor de su narración, era que estaba llena de verdad y de claridad. Aún recordamos una píldora de conocimiento que, de manera accidental, nos regalaste sobre utopías y distopías. No será fácil olvidarlo porque en su relato había enseñanza, de esa de la buena, de la que nunca se olvida y te transforma. 

Era un académico poco academicista, siempre moviéndose en la órbita de la tecnología humanizada. Asteroides, alefitas y aldeas globales llenaban nuestros muros de Facebook donde leer mucho sentido común en un mundo en transformación.  

Así decía en los agradecimientos de una de nuestras tesis: “A Antonio Rodríguez de las Heras, por hacerme mirar siempre más allá de lo que ves a simple vista, y por hacer que me admire con cada letra e imagen que comparte”. Hacerme mirar, hacernos mirar más allá, más allá… sin miedo, y sin límites, creciendo siempre.  

Si las personas somos lo que vivimos, las que hemos compartido momentos contigo somos hoy mejores personas. Podemos decir que hemos crecido, aprendido, viajado y madurado, a través de tus palabras. Esas palabras que resonarán siempre con el tono de una persona calmada, respetuosa, humilde y educada como tú.

Si la educación tuviera cara, tendría mucho de ti, Antonio. Gracias, maestro… 

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